jueves, enero 25, 2007

Tierras Manchadas de Sangre

Cuando se escucha la palabra genocidio se viene a la mente varios tiranos que han intentado acabar completamente con ciertas razas, pueblos y hasta detractores de sus ideologías. Han intentado llevar sus ideologías extremas a la práctica, tratando de eliminar a los que no concuerdan con sus ideas o se oponen a ellas, muchas veces amparándose o justificando sus actos como pertenecientes a un estado de guerra. Los hay de todas las tendencias: entre los más recientes están Hitler, Stalin, Bush, Pinochet, Hussein, entre tantos otros que hubieron y que seguramente habrán en el futuro.

Aunque algunos han estado muy cerca de cumplir su objetivo de eliminar a todos los que les molestan, generalmente no alcanzaron su total objetivo. Sin embargo en Chile se exterminó totalmente a un pueblo: los Selk’nam, que habitaban en Tierra del Fuego. No fue un exterminio con una cabeza visible que dirigiera los hechos, sin embargo al final ninguno de ellos logró sobrevivir al exterminio.

Eran perseguidos como animales por que resultaban una molestia para la ocupación del territorio fueguino por estancieros dedicados al negocio del ganado ovejero, los cuales representaban altos intereses económicos, principalmente de origen europeo.

En 1889, un grupo de seis Selk’nam eran exhibidos en una feria mundial de Paris como especimenes extraños, luego de haber sido capturados en el sur de Chile por un ballenero francés quién luego los llevó a Londres para hacer una especie de show junto con un grupo en el que habían mapuches. Eran presentados como un grupo de antropófagos salvajes por sus captores que supuestamente formaban parte del mundo civilizado de la época.

Los Selk’nam eran un pueblo con un lado místico muy desarrollado lo que habla de un pueblo con raíces muy fuertes, unidas a la naturaleza hostil en la cual vivían. No estaban en ningún modo preparados para resistir el exterminio del cual fueron objeto y de ser perseguidos como animales.

Hoy los Selk’nam solo existen en fotografías y algunas filmaciones, como testigos de la existencia de un pueblo que no tenía las armas para defenderse de una agresión despiadada, que fue realizada en plena época de Chile republicano y por lo tanto no puede achacarse la responsabilidad a otros.

Es válido entonces pensar sobre qué cimientos se forjó nuestro país, la poca importancia que se le dio a la existencia de este pueblo grafica el escaso respeto por los demás cuando se interponen en objetivos principalmente económicos. Entonces ¿Qué se podía esperar para los bosques, si estos ni siquiera pueden quejarse o defenderse cuando se les hacía esto a un pueblo completo?

Sergio Sáez González

miércoles, diciembre 27, 2006

Mientras más leo...se torna más enigmático

Escribiendo algo sobre Nothofagus, me he podido dar cuenta de lo interesante que es este género por la actual distribución que presenta en el hemisferio sur.

Además me he encontrado con montones de información de todo tipo, relacionado a los Nothofagus.

Debido a que este género forma parte del dosel superior de gran parte de las formaciones nativas chilenas, se justifica conocer aún más de sus especies: ecología, silvicultura, biogeografía, historia, relaciones florísticas, etc.


En particular, me encuentro interesado, por ahora, en Nothofagus alessandrii, endémico de la VII Región del país, y con una escasa distribución natural. La idea es intentar saber por que es tan restringida su distribución natural y si es culpa de las actividades humanas o también presenta limitantes propias (al parecer si las presenta).

Hasta ahora me he encontrado con varias sorpresillas y varias cosas algo enigmáticas que hay que intentar resolver. Asi que cuando salga la publicación ajalá ayude a saber un poco más de esta especie, es la idea o no?

viernes, octubre 27, 2006

Las Cosas Cambian...Pero no Tanto

Frecuentemente se menciona a Vicente Pérez Rosales, en recuentos sobre la historia del bosque nativo chileno, la mayoría de las veces como si fuera el iniciador de una forma de ver los bosques que los han llevado a una fuerte destrucción. Yo pienso que cada hecho histórico debe ser mirado como parte del momento al que perteneció y no ser sacado de ese contexto. Obviamente la forma de pensar y de ver muchas cosas cambia y lo que puede parecer bueno ayer, hoy no lo es o al revés. En su libro “Recuerdos del Pasado”, Vicente Pérez Rosales cuenta de una forma inigualable, entre otras muchas cosas, las “aventuras” que vivió como agente encargado por el Presidente Manuel Montt, de la colonización alemana en el sur de Chile, en la segunda mitad del siglo XIX. La verdad que esas aventuras tuvieron más de tragedias ya que incluyeron muerte de colonos y por poco la del propio Pérez Rosales al volcarse una balsa que habían construido en el Lago Llanquihue, en medio del viaje que buscaba llegar al mar (Seno del Reloncaví).


Cuenta como encontró a lo que en ese tiempo eran los pequeños poblados de Valdivia y Osorno. Las difíciles condiciones que debían afrontar estos pequeños asentamientos poblados ubicados en tan aisladas zonas del país con un clima hostil y el escaso desarrollo de caminos debido a la espesa vegetación boscosa. Además repara en una especie de adormecimiento de los pobladores que parecían que los llevaba a no tener ganas de tener un mejor pasar, aunque según Pérez Rosales tenían los suficientes recursos naturales para surgir, lo que incluye lo que él llama “inagotables bosques”. Bueno nos hemos dado cuenta, o varios por lo menos que eso no es así pero en ese tiempo es lógico que se vieran así los bosques.

Vicente Pérez Rosales tenía la convicción que la inmigración extranjera ayudaría al progreso de estas áreas, no solo con su propio trabajo sino también como un modo de incentivar las ganas de surgir de los chilenos al ver los buenos resultados de estos.

Como ya dije, Pérez Rosales se encontró con varias dificultades. Una de ellas fue la desconfianza que surgió en los pobladores de las áreas donde llegarían los colonos. Los pobladores pensaron que se les quitarían oportunidades, ocupando tierras que podrían usar ellos y por el temor de algo desconocido. Entonces la viveza del chileno llevó a los pobladores a comenzar a inscribir a su nombre una gran cantidad de tierras que hasta ese momento no tenían dueño. Por ejemplo Pérez Rosales cuenta como se inscribían terrenos después de invitar unas copas de aguardiente a un cacique indígena local, emborracharse con él y llevarlo después a un notario, con testigos que acreditaban que el vendedor era el legítimo poseedor de lo que vendía, para después repartir el terreno entre el comprador y los “testigos”, sin que nadie objetar esta forma de adquirir terrenos.

Como espesos e impenetrables bosques cubrían gran parte de los terrenos, surgía el problema para delimitar los predios, pero mejor dejo que el propio Pérez Rosales cuente esta parte de una forma más entretenida: “La única dificultad…era la designación de los límites del terreno que la venta adjudicaba, porque no era posible hacerla en medio de bosques donde muchas veces ni las aves encontraban suelo para posarse. Pero como para todo hay remedio, menos para la muerte, he aquí el antídoto que empleaban unos para vender lo que no les pertenecía, y otros para adquirir, con simulacros de precio, lo que no podían ni debían comprar. Si el terreno vendido tenía en alguno de sus costados un río, un estero, un abra occidental de bosque, un camino o algo que pudiese ser designado con un nombre conocido, ya se consideraba vencida la dificultad. Medíase sobre esa base la extensión que se podía; si ella estaba al poniente del terreno, se sentaba que éste se extendía con la anchura del frente designado, hasta la cordillera nevada, sin acordarse de que con esto se podían llevar hasta ciudades enteras por delante; si el límite accesible se encontraba al oriente, la cabecera occidental era el mar Pacífico, y si al sur o al norte, unas veces se decía: desde allí hasta el Monte Verde, como si alguna vez esos bosques hubiesen dejado de ser verdes; y otros sin términos, como acontecía con los títulos de un tal Chomba, que bien analizados adjudicaban a su feliz poseedor el derecho de una ancha faja de terrenos, que partiendo de las aguas del seno del Reloncaví, terminaba, por modestia, en el desierto de Atacama.”

Bueno con esta forma de hacer las cosas era inevitable que Pérez Rosales tuviera dificultades para encontrar terrenos donde dejar a los colonos. Tuvo entonces que explorar más al sur. Sin caminos y con pocos lugares que permitieran una referencia la tarea de llegar al seno del Reloncaví es casi una hazaña. De hecho al volver con algunos colonos desde lo que ahora es Puerto Montt, un padre y su hijo que venían al final de la fila de personas que se abría paso por el bosque, se pierden y nunca son encontrados.

El mayor descrédito actual de la forma de llevar la colonización alemana en el sur lo dio la quema de extensos bosques vírgenes de gran parte del valle central al SE de Osorno. El mismo Pérez Rosales encomendó a un indígena al que llamaban Pichi-Juan el quemar estos bosques. El incendio iniciado siguió por más de tres meses y al ver esta inmensa superficie despejada, todos estaban muy felices.

Todo esto hoy parece un crimen, y yo pienso que lo es, pero como dije, pienso que las cosas son en la medida que se tienen, no se podían ver de otra forma. Para terminar dejo una frase de este libro en que Vicente Pérez Rosales se refiere a lo que habían dicho exploradores que pasaron antes por esas tierra y pensaron que nunca podrían existir asentamientos humanos allí, debido al clima, barro y bosques inaccesibles “Hombres a quienes el barro y las lluvias espantan ¿qué podían informar del lugar de los barros y de las lluvias?...Para emitir juicios acertados sobre empresas materiales que exigen una acción personal fuerte y constante; para mirar de frente a una imponente dificultad; para sufrir el hambre, el cansancio, las inclemencias atmosféricas; para despreciar el dolor, el peligro y calcular, en medio de él, las futuras conveniencias de los lugares que se examinan, no se han hecho los tímidos corazones”.